Dos son los temas centrales de este cuaderno de letraherido: la escritura y la lectura. Un escritor es, antes que nada, un lector. Desde esa perspectiva puedo afirmar que leer es un vicio solitario e impune —como decía Valery Larbaud— que he disfrutado desde que tengo uso de razón y que me ha deparado placeres singulares. Estas notas son un fiel testimonio de mis aventuras como lector, una actividad que no solo me ha descubierto territorios insospechados, sino que ha contribuido a enriquecer mi modesta existencia. Porque, después de todo, cuando uno lee, asume, aunque sea de manera vicaria, una variedad de roles y comportamientos que le son ajenos en su devenir cotidiano, restringido por las limitaciones inherentes a la condición humana. De ahí que leer represente la posibilidad increíble de vivir muchas más vidas que las que nos han sido concedidas. En cuanto a la escritura, aquí se revelan mis certezas, dudas y frustraciones relativas al oficio que le da sentido a mi existencia. Por lo mismo, también figuran las tribulaciones que otros escritores han experimentado en su proceso creativo, así como incidencias relacionadas con artistas de distinto signo, cuyas obras han alimentado mis sueños y pasiones a lo largo del tiempo