Los hombres son las historias que cuentan, y se supone que alguien del Paleolítico las debió contar por primera vez. Ese ser, un homínido iluminado, recolectó sonidos guturales y los transformó en un lenguaje articulado. Lean aquí la prodigiosa historia de Jono, «el primer cuentista», fundador de una memoriosa tradición narrativa: la literatura oral o de viva voz, que siglos más tarde fijó sus sonidos y significados en las letras de la palabra escrita. Jono, sin embargo, no estaba solo; tuvo un amigo, Furo, que era pintor. Indudablemente, la humanidad fantaseó y creció gracias a estos dos excepcionales seres anónimos.